Mucho se ha dicho sobre cómo el éxito está íntimamente ligado a la vocación, sin embargo, poco se ha hablado de los daños de una exacerbada pasión. Todo mundo desea alcanzar el éxito y el enardecimiento de sus sensaciones, pero a nadie se le advierte sobre los peligros de sus excesos. Esto se expone en Rapsodia Gourmet (2010), novela de Muriel Barbery. En esta obra, las críticas del gastrónomo Pierre Arthens y su exquisito paladar han destruido la reputación de muchos cocineros. Ahora, próximo a morir, se propone recordar el único sabor que lo hizo feliz. Arthens se reencuentra con la felicidad solo rememorando las delicias de la comida. Sin embargo, aquellos que lo conocieron también tienen su propia versión de su tan apasionante como egoísta vida. Su obsesión por la gastronomía lo aísla en un mundo donde no hay cabida ni siquiera para sus propios hijos: “No los quiero, no los he querido nunca, y ello no me produce remordimiento alguno […] la única paternidad que reivindico es la de mi obra”. Las dulces y deliciosas remembranzas del crítico contrastan magistralmente con los amargos recuerdos de sus familiares (ambos son legados). Así pues, no hay disculpas, pues no existe culpa que las motive. Irónicamente, la trascendencia del crítico también se encuentra en quienes lo recuerdan tras su muerte y dan testimonio de su existencia.
MURIEL BARBERY
Rapsodia Gourmet, Barcelona: Seix Barral, 2010.
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