Tres acercamientos a esta pandémica y poco celeste cuarentena
I
Ojito de agua
le decían al señor
que murió en el pueblo
donde viven mis padres.
Ojito de agua un lagrimal
del pómulo izquierdo.
El último domingo de abril
se fue por el atajo del cañón
a la meseta de la sierra
para alimentar a las cabezas de ganado
que heredó de su padre.
Lo embistió un toro
la más salvaje de sus bestias
y Ojito de agua se secó
en el río de su sangre
a las entrañas de la sierra.
En su casa un moño negro
y una cartulina
que pedía rezar el novenario
en soledad y contingencia.
Tres acercamientos a
esta pandémica y poco
celeste cuarentena
II
Mi hermana
iba a mudarse con su novio.
Le dije que la visitaríamos
para ir a La Marquesa
o al Nevado.
Ella renunció en febrero
a su posible gerencia
y vació su clóset
de recuerdos y promesas.
En mayo terminaron;
él regresó a Toluca
y ella no sabe
qué pasó en la cuarentena.
III
El sobrino del esposo de mi tía
se ató una soga al cuello,
mi pluma no describe
la pena de sus padres
al cuerpo suspendido
de la noche.
En la tristeza de los asistentes
el silencio miserable de los otros
hizo el recorrido de los coches a la tumba.
No hubo abrazos ni condolencias
solo personas en sus carros
con cubrebocas en el cuello.