RAQUEL CASTRO
Uno de mis abuelos era pastor de iglesia, médico, escritor, maestro y coronel; mientras que el otro era Marciano (así, con mayúscula). De niña, me parecía mucho más fácil creer que el papá de mi papá era extraterrestre a que el de mi mamá había sido tantas cosas; siempre me había quedado una sensación de que alguien mentía, o cuando menos exageraba.
Después me enteré de que mi abuelo alien no había sido tal: que lo de Marciano era nombre y no gentilicio, y se me rompió un poco el corazón. Entonces me dije a mí misma que los méritos de mis antepasados no me hacían mejor o peor persona y dejé en paz el asunto —ya sé: fue una forma de decir «las uvas están verdes», como la zorra de la fábula—.
Sin embargo, con el paso del tiempo pude verificar que Anastasio, mi abuelo materno, había sido médico, aunque homeópata; escritor, aunque inédito; maestro, aunque mal pagado; y coronel, aunque incapaz de dejarle pensión a todos sus hijos porque a los últimos tres (mi mamá incluida) no los registró porque lo fue dejando para después. También me enteré de que mi abuelo Marciano había sido también maestro (aunque alfabetizador) y él sí pastor (aunque de ovejas); y que tejía unas maravillosas cobijas de lana de las que yo conservo una. Seguí pensando que los méritos de mis antepasados no me hacían mejor o peor persona, pero no podía evitar sentir algo bonito al pensar en cómo se habían esforzado para sacar adelante a sus respectivas familias, a pesar de sus defectos y limitaciones.
Y entonces, hace un par de semanas, tuve una revelación: estaba leyendo un libro sobre la revolución mexicana para un proyecto de trabajo y, de repente, me encontré con un artículo sobre dos pastores metodistas que participaron en los levantamientos. «Claro que no va a hablar de mi abuelo», pensé, pero igual me puse a leerlo. La gran sorpresa fue que sí lo menciona. No como protagonista del texto, pero sí como uno de los muchos seminaristas metodistas que se enrolaron en Puebla.
Ahora que sé que Anastasio Maldonado sí fue todo lo que me habían dicho, me han surgido dos nuevas inquietudes: una, entender por qué es tan emocionalmente tan intenso saber de la vida de nuestros antepasados, de preferencia cosas loables; y dos, necesito averiguar más sobre Marciano Castro. ¿Qué tal que sí era, después de todo, habitante del planeta rojo?.
Raquel Castro es guionista, escritora, traductora y periodista. Ha publicado varias novelas de literatura infantil y juvenil, además de cuentos en diversas antologías. Su novela Ojos llenos de sombra ganó el premio Gran Angular en 2012.