Miguel Ángel Contreras Pelayo
La casa de Lupe Ramírez, en Ayutla, Jalisco, siempre estuvo abierta —claro, a las horas decentes de atender a la visita— y ese espacio que habitaba mostraba, como un reflejo, el ser tan noble y bello que era. Macetas con flores, el piso de lozas de barro recién lavado y un frondoso jardín daban la bienvenida al visitante. El complemento a estas imágenes era el aroma a café recién hecho, pan o mantequilla, y de este espacio idílico brotaba, del fondo del pasillo, la voz jovial de la que llamamos la Patrona. Guadalupe era y es la figura de todas las Lupes, esas mujeres mexicanas anónimas que tras el fogón acumulan sabores, vivencias y sabiduría, y que con generosidad ofrecen, a todo aquel hambreado que llegue a casa y se sienta necesitado, un taco acompañado de un buen consejo.
Mi intromisión en el universo creativo de Guadalupe, estoy seguro, fue por designo divino, quizá san Pascual Bailón, patrono de los cocineros, o mi querida santa Rita, que tiene tantas historias ligadas a la cocina, tuvieron algo que ver para que se diera el encuentro y, en lo sucesivo, la amistad entre pupilo y maestra. Al poco de tratarla, porque ya la conocía (pues, en Ayutla, cualquiera da razón de la famosa Lupe Ramírez), y luego de deleitar mi paladar con una de sus creaciones dulces —la gelatina de limón con pepino— le comenté que sería buena idea hacer una recopilación de sus recetas, a lo que aceptó gustosa. La aventura se prolongó por años y, sin darme cuenta, fui acumulando vivencias, saberes y hasta secretos que solo el que bate las ollas conoce. Estando de metiche en la cocina de Lupe, autorizado por ella y con mi mandil previamente almidonado, supe que palmear es pasar con suavidad el adobo por la carne y que las palmaditas no se dan en el hombro cuando se quiere ser sincero; que macerar es dejar que el alimento tome el sabor de otro que se le puso, igual que en la vida, hay que fluir, pues de todo se aprende y, por último, que lo enchilado se quita con algo dulce, como el mal humor con un buen chiste.
Una soleada mañana de abril, la Patrona decidió ir a menear cazuelas con santa Rita y san Pascual y a continuar las pláticas en charla de sobremesa con todos los suyos. Alguna vez me dijo que, eso creía, sería el paraíso, un lugar donde no había hambre ni frío y estaba uno contento, compartiendo con los que ya se habían ido.
Miguel Ángel Contreras Pelayo es cineasta y dramaturgo. Es director y productor del filme Sirena (2021).