Folios 40
Antonio Ortuño*
Javier Campos Cabello (1958-1994) fue una suerte de rockstar y/o artista maldito en la pintura tapatía de los ochenta y noventa. Falleció muy prematuramente, a los 36 años, luego de una vida marcada por el trabajo y la bohemia. Se le recuerda como un talento precoz, un apasionado del jazz y el blues (y hasta del punk, según testimonia su cuadro Nina Hagen), y un convencido socialista, quien, sin embargo, tuvo una mirada plástica personalísima, en las antípodas del arte didáctico o panfletario, y creó, entre pinturas y dibujos, centenares de imágenes oscuras, angustiosas, irónicas, confrontativas y turbadoras, con una técnica y un trazo inconfundibles.
Tenebrismo, neobarroco, expresionismo, posmodernismo y hasta algún toque pop: una emulsión estética en la que se han reconocido, por años, muchos entusiastas del dark, el goth, el metal o el cine noir, y que a la vez ha sido celebrada por críticos y especialistas. Una obra legendaria, sí, pero poco accesible para los espectadores de a pie, pues se encuentra en su mayor parte en control de coleccionistas privados y es raro, realmente raro, que se le reúna para una exposición.
Se cuentan con los dedos de una mano las muestras públicas del trabajo de Campos Cabello en los decenios transcurridos desde su muerte y, sin embargo, su sombra es todavía una de las más influyentes entre los pintores de las generaciones que siguieron a la suya en el Occidente del país. Y esto es lógico porque contemplar un Campos Cabello, hoy, embriaga y desconcierta la mirada tanto como hace treinta años. Al contrario que tantas obras datadas y ancladas en un cierto estilo o discurso “de época”, la suya se mantiene tan outsider, vital y presente como el día que partió.
Hay, en su pincel, huellas claras de su interés por Francis Bacon (uno de sus dioses tutelares), pero también por Rembrandt, Caravaggio, José de Ribera, Velázquez o Francisco Corzas. Las lecturas de Rimbaud, Dostoievski y Kafka nutrieron su imaginario; el cómic y el cine fueron otros notorios influjos de su plástica. Imposible, en fin, no relacionar algunas de sus luces, sombras y personajes, tocados siempre por un influjo abrasivo y fáustico, con las atmósferas y entes de cierto Ridley Scott, cierto Kubrick, cierto David Lynch.
Su hermana Ruth ha luchado por años para que la obra de Javier Campos Cabello se difunda fuera de los estrechos límites del culto generacional y trascienda a nuevos públicos y geografías más amplias. A eso contribuyó la exposición «Cartas de navegación» (curada por los artistas Juan Carlos Macías y Salvador Rodríguez Vázquez), la más amplia retrospectiva presentada nunca sobre el artista, con más de 400 piezas, y que llegó a su fin este 20 de octubre en el Museo Cabañas de Guadalajara, luego de casi tres meses de exhibición (y tres años de preparativos).
«Cartas de navegación» es un repaso a fondo de la personalidad y el trabajo de Campos Cabello; el proyecto incluye también la edición de un libro (del mismo título) que reúne buena parte del material presentado, en especial sus obras más distintivas, puesto que existía hasta hoy un vacío casi absoluto de publicaciones que mostraran su iconografía básica, si exceptuamos unos pocos catálogos de hace lustros, inconseguibles para el espectador en general.
Es de esperar que la exposición viaje a la Capital y a otros museos principales en el país, y contribuya a que Javier Campos Cabello pase de ser una leyenda para iniciados a una presencia valorada a la altura de lo que fue: uno de los grandes pintores mexicanos de finales del siglo XX.
*La versión original de este texto se publicó en el periódico El País en octubre de 2024 y se reproduce en Folios 40 con su autorización.
Juan José Doñán
A raíz de la muestra «Cartas de Navegación» de Javier Campos Cabello, expuesta en el Museo Cabañas del 28 de julio al 20 de octubre de 2024, cinco estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas de la UdeG pusieron por escrito su encuentro con la obra del pintor tapatío fallecido hace 30 años y quien, en su momento, al igual que ahora ellos y sobre todo ellas, también fue alumno de esa misma institución. En cada uno de estos escritos juveniles hay sinceridad, sensibilidad y lucidez.
Javier Campos Cabello fue un pintor destacado por sus exploraciones artísticas sobre la angustia, la soledad y la oscuridad de la condición humana. En su obra supo asimilar la influencia del expresionismo y el barroco, incorporando temas contemporáneos. Tuvo como referentes a pintores como Francis Bacon, Caravaggio y Rembrandt, cuyo manejo del claroscuro aprovechó para crear atmósferas cargadas de emociones.
La exposición me pareció impresionante no sólo por el número de obras, sino por la dedicación a cada una de ellas, considerando la gran cantidad de proyectos realizados a pesar de su corta vida. Y de todos los cuadros, el que más me atrapó y me obligó a mirarlo repetidamente fue Prostituta mutilada. Me hizo sentir que estaba viendo y viviendo ese suceso en mi propia piel. Por algún motivo no sólo me intrigó, sino también me hizo sentir en riesgo, buscando algo que me brindara protección. En el cuadro no aparecen manos y ni siquiera se dibujó el rostro. Si el propósito del artista fue transmitir un sentimiento de peligro, inseguridad, desesperación y falta de identidad, personalmente, creo que lo logró. Me hizo sentir transportada a esa época y ese ambiente sórdido.
En el aspecto estético, sus líneas son impecables. El claroscuro que maneja hace que los volúmenes sean tan palpables que pareciera como si fueran a salirse del cuadro. El recorrido visual resulta bastante sencillo, ya que el mismo autor, con sus líneas y simbologías (flechas, líneas y tachones) indica hacia dónde mirar. Y con la tríada de color de su paleta (naranja, azul y amarillo) se crea un contraste fuerte y una armonía dinámica. El azul y el naranja son colores complementarios, y el amarillo aporta brillo y calidez. Por todo ello, tanto por su concepción estética como por gusto personal, esta obra fue la que más me impresionó.
Me llamaron la atención esos símbolos clave que deja como rastro a seguir, con líneas punteadas, flechas, taches y la inclusión de ciertos elementos que se asemejan al cómic, divididas por recuadros y que parecieran estar contando una historia. Incluso se muestran enfoques distintos de un mismo objeto o habitación, como si se estuviera convirtiendo la obra en una foto simplemente con diferentes enfoques. Creo que, al final, eso también habla del artista y de sus diferentes formas y visiones de la vida, dándole vuelta o alejándose de ciertos temas para centrarse en otros, subrayando cosas que habitualmente se evitan.
Para ello me ayudó el saber un poco más de la vida del artista; con sus cartas me pude dar cuenta de que era un joven sensible a los problemas cotidianos, que necesitaba cervezas a menudo para poder sobrellevar la gran angustia que le causaban las situaciones sociales, pero que también era cariñoso, amoroso y detallista. Según las cartas, al parecer su ideología era marxista, aunque su obra habla no tanto de un pensador político como de un artista introspectivo, cuya obra refleja aspectos más profundos de la condición humana, con una visión existencialista, centrada en la soledad, la incomunicación, el sufrimiento, las preocupaciones de la vida moderna y el vacío que envuelve a los seres humanos. Se trata, en definitiva, de una obra que desafía al espectador, confrontándolo con su propia percepción de la identidad y de un mundo a menudo hostil.
Estéticamente, son impecables el dominio del claroscuro y de la composición. Las líneas que emplea y la cuidadosa paleta de colores permiten un recorrido visual que guía al espectador, estableciendo una conexión íntima y personal con la obra. El uso de colores complementarios genera un fuerte impacto visual y una dinámica armónica, lo que realza la experiencia emocional de cualquier persona más o menos sensible.
Pero esas dotes técnicas no sólo le permitieron al artista abordar una amplia gama de estilos, sino realizar una rica y profunda exploración en las complejidades de la condición humana. Personalmente, la expo me pareció super interesante, al mostrar el poder estético de cada obra, haciéndome sentir una diversidad simultánea de emociones (perturbadoras unas, positivas otras), convencida de que se trata de una obra extraordinaria.
Leilani Kim Fuchs
La exposición fue acompañada de textos en los que se hablaba de las influencias que Campos Cabello asimiló en su trayectoria y se menciona cómo en su primera la etapa tuvo a Francis Bacon por referente, lo que se puede observar en las series «Cuartos Vacíos», «Carnes Frías» y «El Doctor y sus Pacientes». La segunda etapa, llamada «Tenebrista», las influencias provienen de Caravaggio, Rembrandt, José de Ribera y Velázquez. En su tercera y última etapa se caracteriza principalmente por una revisión a trabajos previos, rescatando influencias y obras de sus etapas previas.
Sus trabajos iniciales muestran cierto monocromatismo y la influencia de Bacon, aun cuando en la primera serie tiende a usar una similitud de colores no sólo en la misma obra, sino entre unas y otras. Unido a esto hay una semejanza entre personajes, con formas y siluetas que llegan a variar, pero hay un conjunto de elementos como los peinados y características corporales que los vinculan. De esta serie recalcó mucho las líneas, el sombreado y con estos dos la creación de volúmenes, lo que me parece que realzan mucho las figuras y elementos de sus obras.
Comparando esta serie con la de «Carnes Frías» y la de «El doctor y sus Pacientes» se advierte que no hace uso limitado de la paleta cromática, siendo el negro una constante en esta etapa al igual que en las siguientes. Y conforme avanzamos más en esta etapa, se nota una transición, de tal modo que se encuentran elementos que se plasman de igual forma en la etapa «Tenebrista». En esta se incluye escenas y elementos de la cultura popular, creando un contraste y una tensión en el resto del cuadro.
Se hace evidente también la influencia de los artistas antes mencionados y cómo el color negro aumenta su presencia, cubriendo una gran parte de las obras, que toman rasgos más sombríos y lúgubres, con un aire de misticismo, uniendo esta última característica con la presencia de escritos ininteligibles en algunas obras. La creación de ambientes toma un gran protagonismo y se potencia con la iluminación de atmósferas, dando un toque de misterio a la temática de la obra. Al igual que en la primera etapa, tampoco usa una gran variedad de colores, pues predomina el negro, con tonos similares que alcanzan la piel de los personajes. La última etapa pareciera ser una extensión de la «Tenebrista», con el uso de atmósferas y fondos negros, así como objetos en miniatura.
Aparece también el interés por la música, especialmente en las obras alusivas al jazz, el blues. También está presente el mundo de la literatura con escritos que aparecen en una gran cantidad de sus pinturas, y sin que falten las alusiones al cine y la cultura popular. Otro logro es el empleo de recortes, líneas punteadas, flechas, y anotaciones que a veces enmarcan la imagen o crean una sensación de dinamismo, en la que el espectador termina siendo copartícipe
Pedro Ignacio Ochoa
En la amplia muestra de Campos Cabello que pudo verse en el Museo Cabañas con motivo de los treinta años de su temprano fallecimiento, el espectador se pudo sumergir en el universo creativo de este gran artista, autor de piezas indescriptibles. Al recorrer las distintas etapas creativas del pintor, fue posible ver y analizar cada pieza. Cuadros impresionantes y no solo por el gran formato de la mayoría de ellos, sino por la precisión en cada pincelada. Las dimensiones monumentales de muchas de sus piezas no llevaron al pintor a descuidar el detalle. Cada pincelada está cuidadosamente calculada, lo que aporta un impacto visual que atrapa al espectador desde el primer momento.
El uso de la luz es magistral, pues no solo ilumina, sino que guía la mirada hacia los puntos clave de la obra. Este manejo delicado y preciso de la iluminación fue una de las características más reconocibles de su arte, y una constante a lo largo de su carrera. Apreciable asimismo fue la inclusión de bocetos y dibujos preparatorios, permitiendo entender mejor su proceso creativo. Estos documentos, junto con fotografías personales, ofrecían una visión íntima del autor, ayudando a comprender mejor su perspectiva artística, así como su visión del mundo y de la vida. En conclusión, la muestra fue una experiencia enriquecedora que nos acercó a la mente creativa de un artista que, pese a haber dejado este mundo, continúa inspirando a quien se acerca a su obra.
Yaretzi López Díaz
Se trata de una obra con gusto por lo oscuro y lo sombrío, con influencias góticas, subterráneas y realistas depresivas, además de elementos surrealistas. En la carrera del artista se dio una profunda exploración de temas existenciales y emocionales, reflejados en sus trazos y composiciones únicas. Y aun cuando abarca una temática diversa, la muerte pareciera ser el tema primordial, ya sea por medio de la representación de cuerpos cercenados o elementos del diseño formal que pueden ser considerados frágiles colocados peligrosamente cerca de sus contrapartes prácticas o naturales, por medio de lo que podría ser considerada alguna parte negativa de la vida con estos personajes que «nos observan desde el velado antifaz de la oscuridad», como dijo Baudelio Lara.
La combinación de estos personajes con su excelente ejecución del claroscuro es terrorífico y poético. Es como si Campos Cabello hubiese representado la personificación de la vida después de soltarnos otra de sus puñaladas, algunas veces sonriendo, otras de manera más misteriosa, pero siempre mirándonos desde arriba, de manera condescendiente o burlesca. Desconozco si la época en la que vivió el artista fue caracterizada por la popularidad del cómic, o si dicha popularidad fue contagiada al territorio mexicano, pero es más que evidente la evocación de este estilo en su obra.
La utilización de esta estética, junto a las progresiones al detalle, por poner un ejemplo, crean una excelente y cómica obra sobre la inevitable desgracia. Debo decir que dicha combinación de ideas no sería necesariamente sarcástica y hace recordar la serie animada Happy Tree Friends.
Son de destacar no solo la gran calidad técnica y conceptual, sino la cohesión artística. Todo ello es para celebrarse.
Brandon Josué Montoya
Confieso que no conocía la obra de este artista ni tampoco sabía de su existencia. La exposición en definitiva superó por completo mis expectativas, pues el concepto de la obra es bastante similar a lo que yo intento representar en la mía, al dar una sensación de que algo hace falta, de lo inusual y tirando a bizarro, donde en su mayoría vemos interiores: habitaciones, baños. Y estas situaciones inusuales que ocurren ahí mismo. Sin mencionar los rostros enervantes de las figuras humanas que aparecen y son realmente hipnotizantes, y por supuesto el detalle de los demás elementos que componen la pieza.
Me encantó una frase que se menciona en el diario del autor, que cita: «Me gustaría pintar cuadros que estuvieran en cuartos de hotel de quinta categoría, para edificios muertos donde los elevadores no sirven; […] como una especie de nostalgia, pintar los muros de la antigua central camionera», Justo una palabra que engloba todo es nostalgia, esta sensación de sentirse familiarizado con la imagen a pesar de que es imposible haber estado ahí o haberlo visto antes. Se siente como si el ambiente de la obra te atrapara y te sumergiera en ella, volviéndote parte del escenario. Algo que cabe mencionar es que la obra no se siente completamente sombría y tenebrosa, sino que considero el autor supo agregar los elementos que le dan un toque más bien de enigma e intriga con respecto a los escenarios.
En conclusión, quedé fascinada con no pocas de las obras exhibidas y sobra decir que la técnica me parece realmente buena, el detalle es encantador y los colores que utiliza para darle este ambiente específico a la obra creo yo son acertados, pero sobre todo con relación al concepto que rodea a la obra es con lo que más quedé encantada.
Hayil Rangel Jiménez