JUAN LEVID
Comunicador, con oficio de reportero, que más bien le da por trabajar en el ámbito artístico y cultural. Le gusta leer.
La palabra intimista puede ser la mejor para describir el trabajo de Jon Fosse en Septología, la obra que irrumpió en el mundo editorial de España y América Latina luego de que el autor noruego fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura de 2023, un premio que, de hecho, pareció sacarlo de su ermitaña forma de vida.
Lo dicho antes no es una referencia farandulera, ya que cuando se lee Septología es inevitable imaginar que es el autor el mismísimo protagonista de la historia, siempre descrito con una larga coleta, que al paso de los años va menguando y blanqueando, quien además en todo momento, ya sea en su etapa de adolescente, de joven o de adulto viste de negro, con ropa desgastada, no por descuido o falta de dinero para comprar ropa nueva, sino por el deseo de vivir austero, con lo mínimo indispensable para estar bien, al grado de que, al paso de los años, no haya que depender del auxilio de un tercero, al menos en lo económico.
En El otro nombre, Yo es otro y Un nuevo hombre, los tres volúmenes que integran esta obra, Fosse parece haber trabajado en su más grande empresa, no solo por lo abundante de su narración, sino porque se embarca en una travesía de pensamientos y sentimientos que van dibujando a un hombre, Asle, el protagonista, como un ser profundamente sensible, vulnerable y en la búsqueda de encontrar sentido a los últimos momentos, o las últimas acciones, de su vida.
Asle es un pintor que básicamente vive aislado, si no fuera por las breves interacciones que tiene con un vecino y su representante, bueno, además de algunas mujeres que cruzan alguna palabra con él cuando visita el restaurante del hotel, donde se hospeda cuando va a dejar su obra a la galería de la ciudad.
De su casa a la galería y a veces al hospital a visitar a un amigo enfermo. Eso es lo que logra moverse Asle, y ese movimiento que hace con dificultad se acompaña de un movimiento en paralelo, el de la memoria, que describe a ese Asle en otro tiempo, pero en el mismo lugar. El niño que fue testigo de la muerte de un vecino suyo; el adolescente que supo que pintar era su destino; el joven que fue a buscar suerte a la escuela de arte y que conoció a la que sería su compañera por siempre: Ales; el viejo que recuerda todo, que al recordar lo vive una vez más, en lo que parece un ejercicio para dejar todo listo antes de morir. Intimista, pues, pero que acerca al lector con lo íntimo suyo, la propia vulnerabilidad y, por qué no, cuestionarle cuál es el fin de sus movimientos.
Jon Fosse
Septología. Seix Barral